"Debemos arrojar a los océanos del tiempo una botella de náufragos siderales, para que el universo sepa de nosotros lo que no han de contar las cucarachas que nos sobrevivirán: que aquí existió un mundo donde prevaleció el sufrimiento y la injusticia, pero donde conocimos el amor y donde fuimos capaces de imaginar la felicidad".
Darío nació el 23 de marzo, una tarde tibia y soleada de la primavera mallorquina. Esa noche llegué a la clínica tras 41 eternas semanas de gestación, ansiosa tras dos noches seguidas de contracciones. La segunda no lo pensamos y nos fuimos corriendo a la clínica. "Estás verde!" me dijo la enfermera, supongo que al ver mi cara de desencanto me dejó quedarme con la condición que durmiera un poco.. Pero ¿Quién puede descansar con contracciones dolorosas cada 10 minutos?
Al día siguiente decidieron inducirme el parto, así que a las 9 de la mañana empecé con el goteo de oxitocina que sólo logró dilatarme 3 centímetros. A las dos de la tarde llegó el doctor a decirme que Darío tenía taquicardia y que el líquido de mi fuente no pintaba bien, había que actuar y había que hacerlo ya. En segundos estaba en un frío ascensor que me conduciría a la sala de operaciones. Abajo varios médicos y enfermeras, se presentaban sonriendo tras la sábana blanca que me separaba de presenciar el milagro más grande de mi vida.
Entonces te oí llorar, y aquí me faltan palabras para describir la extraordinaria sensación que tuve. Sólo sé que jamás olvidaré ese instante en que tu llanto fuerte, sorprendentemente fuerte para un bebé tan pequeño anunciaba el inicio de tu vida y el nuevo comienzo de la mía. "Es enorme" dijo el doctor y yo lloré contigo callada y feliz. Luego me permitieron verte, eras todo llanto, pero al besar tu mejilla suave de piel recién hecha, callaste, y en ese instante abriste extrañado los ojos y me miraste por primera vez.
Arriba tu abuelita y papá se abrazaban en celebración de tu llegada a nuestras vidas. Y por algunos instantes el equilibrio de mi vida fue perfecto.
Talvez de eso se trate la felicidad, de esos momentos que aunque efímeros duran para siempre en la memoria de nuestras vidas, muchas veces vienen después de sufrimiento y desesperanza, talvez eso es lo que los hace tan especiales, cuando ocurren todo parece cobrar sentido. Por ellos, amor mío, vale la pena luchar.
Bienvenido al mundo Darío Amaru!!
Darío nació el 23 de marzo, una tarde tibia y soleada de la primavera mallorquina. Esa noche llegué a la clínica tras 41 eternas semanas de gestación, ansiosa tras dos noches seguidas de contracciones. La segunda no lo pensamos y nos fuimos corriendo a la clínica. "Estás verde!" me dijo la enfermera, supongo que al ver mi cara de desencanto me dejó quedarme con la condición que durmiera un poco.. Pero ¿Quién puede descansar con contracciones dolorosas cada 10 minutos?
Al día siguiente decidieron inducirme el parto, así que a las 9 de la mañana empecé con el goteo de oxitocina que sólo logró dilatarme 3 centímetros. A las dos de la tarde llegó el doctor a decirme que Darío tenía taquicardia y que el líquido de mi fuente no pintaba bien, había que actuar y había que hacerlo ya. En segundos estaba en un frío ascensor que me conduciría a la sala de operaciones. Abajo varios médicos y enfermeras, se presentaban sonriendo tras la sábana blanca que me separaba de presenciar el milagro más grande de mi vida.
Entonces te oí llorar, y aquí me faltan palabras para describir la extraordinaria sensación que tuve. Sólo sé que jamás olvidaré ese instante en que tu llanto fuerte, sorprendentemente fuerte para un bebé tan pequeño anunciaba el inicio de tu vida y el nuevo comienzo de la mía. "Es enorme" dijo el doctor y yo lloré contigo callada y feliz. Luego me permitieron verte, eras todo llanto, pero al besar tu mejilla suave de piel recién hecha, callaste, y en ese instante abriste extrañado los ojos y me miraste por primera vez.
Arriba tu abuelita y papá se abrazaban en celebración de tu llegada a nuestras vidas. Y por algunos instantes el equilibrio de mi vida fue perfecto.
Talvez de eso se trate la felicidad, de esos momentos que aunque efímeros duran para siempre en la memoria de nuestras vidas, muchas veces vienen después de sufrimiento y desesperanza, talvez eso es lo que los hace tan especiales, cuando ocurren todo parece cobrar sentido. Por ellos, amor mío, vale la pena luchar.
Bienvenido al mundo Darío Amaru!!